La ópera japonesa de los tres centavos


Decía Oscar Wilde que era un fastidio formar parte de la sociedad, pero que estar excluido de ella era una tragedia. De lo trágico de los excluidos se vale Rintarō Takeda para contar sus historias. Nos hace oler vísceras humanas, nos arrastra en la decadencia de los marginados. Quedamos, como ellos, perplejos antelo inevitable.
“Gran infortunio”, el primer cuento, nos estanca en el abandono y la falta de voluntad. En “El Primer Día del Gallo”, hallamos a las acompañantes del Tamura que sirven sake y compiten mientras cargan sobre sus espaldas una realidad que no pueden cambiar. En “Kamagasaki” nos perdemos como los extranjeros sin guía se pierden dentro de sus profundidades. Reaparecemos en un edificio de mala muerte, espiando las habitaciones y las vidas de sus residentes en “La ópera japonesa de los tres centavos”, que da nombre al libro.
Rintarō parece desafiar con las formas narrativas y sus saltos. Dice, cuenta, narra en tiempos y vistas diferentes. Juega con nosotros, los lectores, que nos entregamos gustosos, y nos envuelve en sus caprichos, pero no juega con sus personajes, vive en ellos.
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