La siesta, de Claudia Masín

Una niña-topo que se fuga, a la hora de la siesta, de la familia, la violencia del padre, la opresión del pueblo y crece en los baldíos con la fuerza salvaje de un yuyo.

De cómo es estar despierta mientras todos duermen en la casa. De cómo se cava una trinchera o qué se siente ser un topo en una casa en guerra. De cómo se contagia la violencia y cuán es el antídoto. De cómo no hay padre e hija sino calor o frío, monte o nieve. Y qué pasa al descubrirlo. De cómo se duerme en las noches de viento norte y qué se sueña. De cómo se comunican las mujeres entre sí y qué se dicen. De cómo los yuyos, las langostas y los libros se devoran las cosas útiles y qué efectos produce su acción irresponsable. De cómo se produjo el silencio y qué cosas guardaba. De cómo pueden los niños formar una familia. De cómo es que se forma una familia y qué sucede entonces.

“Las verdaderas historias están escritas con esa misma fuerza loca y desmedida de la infancia: para resistir, y antes de ser escritas han pasado por los huesos y por las venas y por cada fibra del organismo de un ser vivo. Esas historias no pueden ser sino lo que son, no son alegorías ni símbolos, no establecen metáforas entre las cosas del mundo, son ellas mismas la metáfora que alguien lee en su propia carne, desprendidas del dolor o del placer o de la furia o del asco como la cáscara de una herida, como la pequeña capa que la protege insuficientemente y que ha de dejarla expuesta para que pueda curarse al sol, al aire libre, cuando sea el tiempo.”

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