Las comadrejas no existen


Marcela Vicente teje su historia con una aguja de crochet delgada, punzante. Clava el gancho y atrapa al punto con precisión de relojera. Un tic tac. Un mecanismo de relojería, las palabras tan ajustadas que no sobra ni una tuerca. El péndulo oscila. Tic-tac. Presente-pasado. Adulta-niña. Los bordes de una cartografía infantil que se abisma. Cuidado, lo no dicho acecha. ¿Qué monstruos se esconden bajo la cama? No temas, lector. Las comadrejas no existen, jamás podrían atacarte.
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