Las comadrejas no existen


Marcela Vicente teje su historia con una aguja de crochet delgada, punzante. Clava el gancho y atrapa al punto con precisión de relojera. Un tic tac. Un mecanismo de relojería, las palabras tan ajustadas que no sobra ni una tuerca. El péndulo oscila. Tic-tac. Presente-pasado. Adulta-niña. Los bordes de una cartografía infantil que se abisma. Cuidado, lo no dicho acecha. ¿Qué monstruos se esconden bajo la cama? No temas, lector. Las comadrejas no existen, jamás podrían atacarte.
Novedades en Editoriales Libro%
La vida, la novela y el amor
La novela es un amor a primera vista entre algo que nos llamó la atención hace dos...
Tiempo de hablar y escuchar
La palabra nace antes que nosotros. Nos antecede y nos acompaña, pero no basta con...
Una película es todo el cine
Los amantes, dice John Berger, plantean una tregua frente al dolor del mundo....
Raúl
Abrir la puerta para salir a jugar. ¿Se acuerdan de cuando éramos chicos? Hacerse...