Nada es para siempre

Nada es para siempre. Mónica Müller
Una mañana de noviembre, al pasar por un puesto de flores ella se detiene ante el grito persistente de un pájaro; entre las macetas apiladas ve a un pichón maltrecho, y al tomarlo en sus manos siente su corazón asustado. Sigue la teoría de Konrad Lorenz de que los pájaros adoptan como madre lo primero que ven cuando salen del huevo y se lo lleva a vivir a su casa. En unas semanas el pichón escuálido se convierte en un pájaro robusto. Es evidente que hay que iniciar el traumático proceso de desarraigo.  En otro momento, una rodilla dolorida la obliga a pasar horas en consultas médicas, reflexionando sobre bastones y medicamentos, hasta que descubre lo que la rodilla le estaba diciendo. También ella tiene mucho para decirle a una amiga que le anuncia su separación sorpresiva. El marido queridísimo le ha revelado una relación paralela y la frialdad de la confesión golpea a las amigas. ¿Entonces lo que parecía eterno también es provisorio?    Mónica Müller da a cada despedida una forma propia y permite ver lo que estaba velado en los detalles de la intimidad. Con una gracia inigualable, su mirada brillante capta en las modulaciones de los claroscuros lo opaco y áspero que nos trae la vida. 

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