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Andrea Rabih era demasiado buena escritora para dejarse distraer de su trabajo por su propio sufrimiento, y trata a estos textos no como expresión de su dolor, ni como carta de despedida, y menos que menos como chantaje sentimental a los lectores futuros, sino como cuentos: objetos verbales puros e independientes, que deben conmover y ...

[…] Andrea Rabih era demasiado buena escritora para dejarse distraer de su trabajo por su propio sufrimiento, y trata a estos textos no como expresión de su dolor, ni como carta de despedida, y menos que menos como chantaje sentimental a los lectores futuros, sino como cuentos: objetos verbales puros e independientes, que deben conmover y maravillar por sí solos, sin referencia alguna a su vida u otra circunstancia externa. No hay en ellos una sola línea que deba ser excusada en nombre del dolor físico, la pena, el miedo o la urgencia. Nos desafía a que encontremos en ellos un solo rasgo de auto conmiseración o indulgencia. El lector ideal de estos cuentos debe ser, creo, tan feroz como ella. Es lo menos que se merece. […] Carlos Gamerro

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