clásicos de la literatura

Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires

¿Cómo he conocido un centro de estudios de ocultismo? Lo recuerdo. Entre los múltiples momentos críticos que he pasado, el más amargo fue encontrarme a los 16 años sin hogar. Había motivado tal aventura la influencia literaria de Baudelaire y Verlaine, Carrere y Muger. Principalmente Baudelaire, las poesías y bibliografía de aquel gran doloroso poeta me habían alucinado al punto que, puedo decir, era mi padre espiritual, mi socrático demonio, que recitaba continuamente a mis oídos, las desoladoras estrofas de las Flores del mal.

La obra maestra desconocida

La existencia no es algo que el arte justifique, sino que antes bien la obra hace existir la justificación misma. Nada existe, sino el cuadro. La apariencia bella dura un instante, brilla y desaparece. De allí el nerviosismo apresurado, ansioso, de la mano del pintor, al igual que el tic desesperado que le hace levantar la vista para mirar a su modelo y volver a bajarla sobre lo que traza en la tela, y levantar los ojos de nuevo, como si no pudiera creer en lo que está pintando, como si lo que parece vivo no apareciera sino en la forma fija, detenida y muerta del cuadro.

Sonetos

Todos en algún momento van, han ido, irán hacia Shakespeare; escuchan el llamado, pero no como si fuera el llamado de la especie o de la sangre; no un llamado antiguo, por el contrario, un llamado contemporáneo, un llamado reciente. Todavía Shakespeare es la gran cifra de nuestra experiencia, un misterio, un jeroglífico que nos diseña y en el que todavía trabajamos, y que por supuesto aún no hemos descifrado del todo.

Versos sencillos

Estas poesías representaron, en su momento, una revolución en relación con la expresión poética. Para Martí, realidad y poesía son una misma cosa: el símbolo es un laberinto donde hay que hurgar en busca de la belleza y el concepto.

"Mis amigos saben cómo se me salieron ‘estos versos del corazón’. (...) Me echó el médico al monte: corrían arroyos, y se cerraban las nubes: escribí versos. A veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas del castillo ensangrentado: a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores."

Una taza de té

En coedición con Verdehalago

Cada uno de sus poemas es un "despertar" a un universo en que las aparentes divisiones y diferencias se resuelven en la ilimitada y salvadora realidad de Buda. Issa mira entrañablemente a los animales como compañeros de viaje en el peregrinar de la existencia. Las fronteras se borran entre pobres y ricos, ambos son afectados por los mismos sentimientos; la línea fronteriza que divide al hombre de los animales es felizmente anulada ya que pulgas, sapos y moscas lo acompañan en su momento de soledad, tedio, tristeza o éxtasis. 

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