No destruya las señales
Si la memoria fuese una tierra "como se le ocurrió a Felisberto Hernández", entonces sería posible viajar por ella. Pero, ¿cómo son sus caminos? María Inés Bedia evoca una trama personal llena de recuerdos de toda clase: felices, dolorosos, reveladores o enigmáticos. Un padre muere y un hijo nace. No queda claro si, a lo lejos, el horizonte pertenece al pasado o al futuro. No hay semáforos ni guías; la viajera debe interpretar las señales y jamás destruirlas, así lo advierten los carteles. De regreso a la infancia, a los objetos maravillosos que la marcaron, y también a su primer amor: Boca Juniors. Temas como la desaparición de su tío en el 76, su rol como abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, la pareja y la maternidad, estarán atravesados por flashbacks de la relación con su padre ?marxista, ávido lector y psicoanalista?, que dará un giro inesperado. En un montaje de escenas, se arma como un rompecabezas esta historia sencilla y poderosa, de una persona, una familia, una época. No destruya las señales podría leerse en varias claves, una podría ser literatura del duelo, con la excepción de que no es el sentimiento de la pérdida lo único que nos deja, sino también la gran capacidad humana de sobrevivir y, en uno de los partidos más difíciles, pese a todo, dar vuelta el resultado.
Juan Diego Incardona
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