Algunas de las preguntas que nos veníamos planteando quienes transitamos la escuela, pandemia mediante, siguen vigentes, pero surgieron otras que pusieron en jaque su organización y su estructura y sus ejes fundantes. En los dos años de confinamiento, total y parcial, aprendimos que enseñar es una tarea especializada, que en la escuela no solo se enseñan saberes teóricos. Es especialmente un espacio físico y simbólico de socialización y de encuentros pedagógicos, donde se convive y se aprende a convivir. A su vez, comprobamos que disponer de tecnología no garantiza la enseñanza ni el aprendizaje. En estos tiempos es fundamental preguntarnos una y otra vez para qué educamos y cómo es posible educar con estas condiciones epocales, qué decisiones de fondo vamos a tomar en este aparato burocrático basado en el tiempo lineal y, además, cómo recuperar la riqueza de los cuerpos que hablan, miran y se contactan; cómo partir de lo inédito, para poner en jaque el normalismo aún vigente. A su vez, cómo buscar lo nuevo “con otra cabeza”, cómo provocar rupturas que den lugar al pensamiento crítico y divergente, con más creatividad e imaginación en el aula, en diálogo con un mundo complejo. En el marco de lo que algunos llaman educación híbrida, proponemos un concepto que resulta más adecuado: educación ondulante, donde se plantea un interjuego entre lo sincrónico y lo asincrónico, entre la presencia y la virtualidad. ¿Será posible una pedagogía de la incertidumbre? Es tiempo de construir ciertas condiciones para producir conocimiento con nuevos lenguajes y ritmos y de enhebrar posibilidades en medio de las injusticias que expandió la pandemia. Frente a la incertidumbre vigente, debemos pensar en las particularidades de las infancias y de las adolescencias con las que nos toca trabajar y proponerles otras formas de habitar el mundo. Este libro es un entramado de haceres y decires, de teorías y de prácticas a ­n de abrir el diálogo entre quienes caminamos las instituciones educativas.