Roca

Roca

Un hombre viaja en el tren Roca, a diario, junto a otros miles a través del sur de Buenos Aires. No duerme pero sueña y su forma de soñar es escribir poemas. Carlos Rey consigue una epifánica dualidad: nombra el Roca, el viaje, los murmullos metálicos de las vías, el cansancio proletario, las estaciones borroneadas en las ventanas, los enjambres en la terminal, la mitología que fluye entre Constitución y el sur, atemporal; y pero también ofrece los paisajes interiores del imperio que nace en la soledad de la escritura, porque de todas las maneras de viajar, quizás la más onírica es la del pasajero en el vagón atestado, que estrujado contra los demás, sueña el poema.

“La hazaña de Carlos Rey es la de alcanzar la altitud de la poesía y, a la vez, llegar con ella tanto a los que la cultivan como a los que la ignoran. A partir del viaje cotidiano en un tren desbordado por la muchedumbre en las horas pico, Rey logra un milagro kafkiano”. 
—Ricardo H. Herrera

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