Discurso sobre la servidumbre voluntaria


Traducido por: Rodrigo Santos y Santiago Espinosa
En coedición con editorial Hueders
Con frecuencia el pueblo, consciente del mal que sufre, no acusa al tirano sino a los que lo gobiernan: los pueblos, las naciones, todo el mundo, hasta los campesinos y los labradores, saben sus nombres, descifran sus vicios, amontonan sobre ellos mil ultrajes, mil villanías, mil maldiciones. Todas sus oraciones, todos sus deseos son contra ellos; todas las desdichas, todas las pestes, todas sus hambrunas, se las reprochan a ellos; y, si alguna vez les rinden aparentemente algún honor, en el fondo, reniegan de ellos en su corazón y sienten ante ellos más horror que ante una bestia salvaje.
Novedades en Editoriales Libro%
La vida, la novela y el amor
La novela es un amor a primera vista entre algo que nos llamó la atención hace dos...
Tiempo de hablar y escuchar
La palabra nace antes que nosotros. Nos antecede y nos acompaña, pero no basta con...
Una película es todo el cine
Los amantes, dice John Berger, plantean una tregua frente al dolor del mundo....
Raúl
Abrir la puerta para salir a jugar. ¿Se acuerdan de cuando éramos chicos? Hacerse...