poesía

Entre la música, las lavandas y lamparitas de colores, está la espera. ¿Será posible estirar la luz y el viento para saber lo que hay y vendrá? En medio de una fiesta se escucha “todo es metáfora de otra cosa” mientras la voz poética pasa, como el agua, de un estado al otro, intentando medir el tiempo con los recursos de los que dispone. En la escritura de Manuel Sánchez Ruiz esto es, principalmente, una mirada fresca que se detiene sobre los pequeños indicios que moldean la experiencia.

Primavera Indiana, de Juan Vitulli, recorre una ruta entre la cotidianidad y el extrañamiento. Como con las flores que torcemos para crear una corona en cada objeto nuevo se encuentra un andamiaje de conceptos y experiencias. Como dice en un poema “Se eligen siempre las flores / con más vida. / Las que están / empezando a secarse / ya no sirven para este propósito. / Digamos que con cinco / flores / la idea parece posible. / una corona posible, / una guirnalda / con otro nombre / es sin dudas ya otra cosa.”.

¿A dónde busca Volver con su viaje poético Eduardo Pocztaruk? A la infancia, al barrio, a la casa de la abuela que a su vez revuelve el dulce con su gran cucharón. Vuelve “a los sueños de ser / el Sandro de América”. Vuelve para alimentarse con la cultura popular plasmada en cantos que unen las distintas generaciones que el poder intentó separar y él reúne en la memoria amorosa de los festejos: cumpleaños, carnaval. Afectos como refugio del debe y el haber de un mundo ajeno que amenaza y persigue. Volver a tener al padre, superhéroe en bicicleta, y presentarle a sus nietos.

Espacio interior de Eugenia Coiro resignifica la metáfora del viaje de tanta tradición en la literatura. Camino, búsqueda, conocimiento, cruce de espacio y tiempo, el viaje enlaza el afuera con el adentro, el mundo circundante con la exploración y el descubrimiento del yo: “porque basta un empujón y estoy / pendiente de nuevo / cada vez otra vez  / primera vez / quién sos quién soy  / qué podemos ser”.

Leo este primer libro de Guadalupe Valdez Fenik, y pienso que no es un libro más. Es un libro explosivo; más parecido a una bomba de tiempo que a un ejercicio de escritura. Un libro que saca a relucir las contradicciones de una época en particular (la nuestra), de un lugar en el mundo —que es varios lugares a la vez— y de un deseo que no se anda con vueltas y es, al mismo tiempo, puro rodeo y metonimia. Cada poema, si no me equivoco, está construido desde ahí. Salta los cercos, cuestiona los sobreentendidos, patea las convenciones.

Jay Parini era un joven poeta y estudiante de literatura estadounidense cuando conoció a Jorge Luis Borges. El encuentro fortuito con el formidable escritor que narran estas páginas cambió para siempre su vida y su forma de ver la literatura.

No necesito escuchar “te amo” todos los días o despertar a tu lado cada mañana.

Dime solamente que ves mi rostro cuando contemplas el amanecer, entonces lo sabré.

En Noche fiel y virtuosa Glck abandona las máscaras mitológicas de su obra anterior para mirar desde la vejez directamente al horizonte de la muerte en una serie de poemas en la que un sujeto lírico femenino se alterna con la voz de un alter ego masculino: un pintor inglés que aborda el silencio y el lienzo en blanco del tramo final de su vida.

Escribir es gritar en voz baja, desde adentro hacia afuera, con la certeza del no saber y el éxtasis del casi. Descanso sobre ruinas propone un recorrido incómodo, llegar a ningún lugar para comprobar que solo existe eso: el viaje. Hay un sentimiento universal en cada vínculo, y cada poema besa la frustración de no encontrar una versión igual a la propia, de vivir dialogando con la distorsión. Todos los versos sufren cambios según qué se espera antes de leer, igual enamorarse, igual que decir adiós.

¿Llueve todavía? 
Acá hay río Paraná, lluvia y jacarandá. Hay un pequeño gato siamés que mira llover frente a un espejo. Hay ribera y viento, hormigas y mosquitos. Hay higuera y siesta, fotografías y trompetas. Hay verano y otoño, un pescador, pájaros, música, sueños gatunos y una ventana. Aquí hay poesía. 

Con textos de Beatriz Actis e ilustraciones de Lucía Seisas. 

Recomendado para lectores entrenados.