Gori Lizmayer, autor de la saga Colapso, empieza a entender que sus novelas –apreciadas en su momento por un grupo selecto de críticos– pronto caerán en el olvido. Se gana la vida como docente en un secundario y haciendo horas extras en un periódico agrícola. Y, para llegar a ser escritor, decidió no casarse ni tener hijos. Ahora está bloqueado: hace rato que no escribe una sola página.

Adalesia es muy caprichosa, pero además es princesa, entonces sus caprichos se convierten en órdenes. Y como se le ha metido entre ceja y ceja que debe encontrar un sapo azul para darle un beso, todo el reino se ha movilizado en busca del sapo. Y no se trata de un capricho así nomás, no. Adalesia está segura de que si besa a un sapo azul, ese sapo se convertirá en príncipe. Claro que, si hay algo difícil de verdad, es encontrar un sapo azul.

El abuelo de Hernán guarda una colección de monedas en un cofre que nadie debe abrir. Un día en que sale de viaje, Hernán no resiste la tentación y lo abre. Tres bellas monedas le llaman la atención y se pone a jugar con ellas; pero a partir de ese momento, suceden cosas muy extrañas: la gente se va a dormir y a los dos minutos suena el despertador y ya es de día. Una mañana de pleno sol, de repente se nubla, baja la temperatura y empieza a nevar. Y así, todos los días.

El archiduque Friedrich Ludwig Hans von… etc. etc. se ha metido en problemas. El pobre, que nunca había gozado de buena fama en la comarca, una noche de feroz tormenta, lluvia despiadada y corte de luz, no tuvo mejor idea que bajar a su tenebroso laboratorio y experimentar con una fórmula muy peligrosa que luego debía probar, nada más ni nada menos, que en el antiguo cementerio de la región. Y fue ahí cuando empezaron los problemas.