Narrativa argentina contemporánea

El Llovedor

En el universo singularísimo de esta novela, hay pájaros que se suicidan, nubes que se van a llover a otra parte y un zorro famélico que muestra con rabia sus costillas. Hay animales moribundos que se es­tán ahí, tirados, entre unas moscas que no los dejan de asediar. Hay truenos desganados y una sequía endiablada. Hay un pueblo entero, soltado de la mano de Dios, que anda buscando salvar la cosecha. De­ciden contratar al hombre de la lluvia, el que hace llover. Así se inicia esta historia profundamente verdadera y, al mismo tiempo, de una belleza fatal.

El nido del guacamayo, de Soledad Gómez Novaro

Una ciudad que le ha dado la espalda a un río, que lo termina convirtiendo en un cauce seco y ha levantado un muro para no ver su extensión de polvo. Una lingüista y un viaje a través de otra lengua, otra cultura que es un intento de reconstrucción, encontrar otro modo de vida y salvar algo. Un pueblo, que no ha enjaulado las palabras en un diccionario porque sabe que tienen que seguir los ciclos orgánicos de la vida, pero ha sido expulsado a vivir en los márgenes y busca el modo de conservar y trasmitir su saber, su cultura, su forma de habitar la tierra.

Gordx el que lee: lecturas urgentes sobre disidencia corporal y sexual

Voraces como el deseo, acuciantes como el hambre, sinvergüenzas, atrevidos; estos textos sudan, se agitan, vierten lágrimas, tienen el pulso de la sangre. Se plantan con rabia frente a la ignominia pero no la esquivan, en ese barro chapotean y se ensucian porque ahí, entre la tierra y el agua servida de las miradas que califican, seleccionan, imponen sus medidas y sus protocolos es donde la rebelión hace cuerpo, hace aparecer cuerpos.

La siesta, de Claudia Masín

De cómo es estar despierta mientras todos duermen en la casa. De cómo se cava una trinchera o qué se siente ser un topo en una casa en guerra. De cómo se contagia la violencia y cuán es el antídoto. De cómo no hay padre e hija sino calor o frío, monte o nieve. Y qué pasa al descubrirlo. De cómo se duerme en las noches de viento norte y qué se sueña. De cómo se comunican las mujeres entre sí y qué se dicen. De cómo los yuyos, las langostas y los libros se devoran las cosas útiles y qué efectos produce su acción irresponsable. De cómo se produjo el silencio y qué cosas guardaba.

Las comadrejas no existen

Marcela Vicente teje su historia con una aguja de crochet delgada, punzante. Clava el gancho y atrapa al punto con precisión de relojera. Un tic tac. Un mecanismo de relojería, las palabras tan ajustadas que no sobra ni una tuerca. El péndulo oscila. Tic-tac. Presente-pasado. Adulta-niña. Los bordes de una cartografía infantil que se abisma. Cuidado, lo no dicho acecha. ¿Qué monstruos se esconden bajo la cama? No temas, lector. Las comadrejas no existen, jamás podrían atacarte.

 

33 rpm

Todo en 33 rpm es rocambolesco, fantástico y deliciosamente exagerado. El lenguaje, con sus imágenes inesperadas, da vida a personajes como el Melómano, el Uruguayo Farley, el Formoseño Peralta, Perfecto Vatuone; apostadores, laburantes y casi-marginales que, como el propio narrador, se la rebuscan para sobrevivir. Villa Crespo renueva su mística y carga con el peso de su tiempo, son los años posteriores a la crisis del 2001 y en este mundo paralelo también hay malaria y cartoneo.

En la semilla ya está el aroma

En este libro de César Díaz no hay una historia, hay muchas pequeñas historias, con un denominador común: la voz del narrador, que se ramifica, que se expande. Narra en primera persona, en forma fragmentaria, incluso caprichosa, unas pocas situaciones, recuerdos comprimidos, donde la vida se nos presenta sin énfasis, pero con una tristeza contenida que atraviesa cada frase, cada imagen. César Díaz escribió un libro que invita a espiar sin pudor en la intimidad de un hombre que necesita reencontrarse con su propia experiencia.

El Cristo roto

Los pueblos pequeños suelen esconder secretos inmensos. Poco importa en verdad si alguno de ellos resulta revelado; lo que sí cuenta es lo que trasunta, lo que se percibe, el frenesí con que se relata aquello que esconde. Marcelo Rubio, pesquisa de lo nimio, sabe adentrarse como pocos entre los intersticios y hendiduras que dejan estas historias  pobladas de hombres y mujeres al borde del camino, que siguen el ritual de una trama velada y de la que parece no haber huida.

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